Tarde de experiencias, emociones y sentimientos complementarios –que no contradictorios– la que se vivió ayer, domingo de Corpus, en tres rincones distintos de la ciudad.
En la catedral de Santa Ana y por todo el barrio de Vegueta se celebró la fiesta grande de la eucaristía. Tras la misa solemne presidida por el obispo, monseñor Francisco Cases, la custodia con el Santísimo Sacramento salía a la caída de la tarde para recorrer las calles adyacentes al templo catedralicio. Las alfombras de sal y de flores anunciaban el trayecto del cortejo eucarístico. Entre ellas, la de Salesianos Las Palmas, que quedó confeccionada, como el año pasado, en el tramo final de la procesión, pocos metros antes de acceder a la plaza de Santa Ana. Una palmera que brota vigorosa de una Hostia grabada con las iniciales JHS, sobre un fondo tricolor –arena, mar y cielo– era el motivo que, desde primera hora de la mañana, un grupo significativo de voluntarios de todos los sectores de la casa salesiana había sido capaz de plasmar sobre los adoquines de la calle Castillo.
Medalla de oro para la Fundación Canaria Maín
Simultáneamente, al otro lado del barranco de Guiniguada, en el teatro Pérez Galdós, la opción por los más necesitados salía del trabajo cotidiano y callado en el barrio de Almatriche y se exponía ante los focos de la opinión pública y los micrófonos de la prensa. La Fundación Canaria Maín, de las Hijas de María Auxiliadora, recibía la Medalla de Oro de Las Palmas de Gran Canaria en la ceremonia de Honores y Distinciones que conmemora cada año la fundación de la ciudad.
Junto a otras personalidades y entidades sociales, la organización salesiana recibió el reconocimiento de la ciudad por su opción a favor de «aquellas personas que viven en una situación de abandono, desamparo o fragilidad», como puso de manifiesto la arquitecta Elsa Guerra en el discurso pronunciado en nombre de todos los galardonados. En representación de sus hermanas, voluntarios y de todos los trabajadores de CEMAÍN, la inspectora de las Hijas de María Auxiliadora, sor Chari García, recogía el galardón de manos del alcalde, Augusto Hidalgo.
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Y mientras todo esto sucedía, en el otro extremo de la ciudad, en Las Canteras, muchos más –sobre todo jóvenes– se preparaban para celebrar la noche más corta del año, la de San Juan…
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