Este domingo, 28 de octubre, se ha clausurado el tercer Sínodo convocado por el papa Francisco, sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Fruto de ello, se ha elaborado un documento final para seguir trabajando y rezando por los jóvenes, explicó el Santo Padre. Sin embargo, el Santo Padre advirtió de que «el resultado del Sínodo no es un documento», sino que «ahora el Espíritu nos entrega a nosotros un documento para que trabaje en nuestros corazones».

Además, el cardenal Baldisseri, secretario general del Sínodo, ha leído al término de la misa de clausura del Sínodo una carta dirigida a los jóvenes del mundo entero. La carta ha sido escrita por ocho participantes en el Sínodo: cuatro padres sinodales procedentes de distintos continentes, dos jóvenes auditoras, un invitado especial y un experto.

A continuación, ofrecemos el texto íntegro.

Carta de los padres sinodales a los jóvenes

Nos dirigimos a vosotros, jóvenes del mundo, nosotros como padres sinodales, con una palabra de esperanza, de confianza, de consuelo. En estos días hemos estado reunidos para escuchar la voz de Jesús, «el Cristo eternamente joven» y reconocer en Él vuestras muchas voces, vuestros gritos de alegría, los lamentos, los silencios. 

Conocemos vuestras búsquedas interiores, vuestras alegrías y esperanzas, los dolores y las angustias que os inquietan. Deseamos que ahora podáis escuchar una palabra nuestra: queremos ayudaros en vuestras alegrías para que vuestras esperanzas se transformen en ideales. Estamos seguro que estáis dispuestos a entregaros con vuestras ganas de vivir para que vuestros sueños se hagan realidad en vuestra existencia y en la historia humana.

Que nuestras debilidades no os desanimen, que la fragilidad y los pecados no sean la causa de perder vuestra confianza. La Iglesia es vuestra madre, no os abandona y está dispuesta a acompañaros por caminos nuevos, por las alturas donde el viento del Espíritu sopla con más fuerza, haciendo desaparecer las nieblas de la indiferencia, de la superficialidad, del desánimo. 

Cuando el mundo, que Dios ha amado tanto hasta darle a su Hijo Jesús, se fija en las cosas, en el éxito inmediato, en el placer y aplasta a los más débiles, vosotros debéis ayudarle a levantar la mirada hacia el amor, la belleza, la verdad, la justicia. 

Durante un mes hemos caminado juntamente con algunos de vosotros y con muchos otros unidos por la oración y el afecto. Deseamos continuar ahora el camino en cada lugar de la tierra donde el Señor Jesús nos envía como discípulos misioneros. 

La Iglesia y el mundo tienen necesidad urgente de vuestro entusiasmo. Haceos compañeros de camino de los más débiles, de los pobres, de los heridos por la vida.

Sois el presente, sed el futuro más luminoso.