Sr. director de la Comunidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Sr. Párroco de la Parroquia Santa Catalina de Alejandría.
Sra. presidenta de la Asociación de María Auxiliadora.
Antiguos y Antiguas Alumnas, Cooperadores Salesianos.
Hijas de María Auxiliadora.
Familia Salesiana.
Durante mi oración mañanera doy gracias a Dios por amarme y darme la posibilidad de
amar y de demostrarlo. Algo que don Bosco tenía muy claro. Es una manera vital de
llevar a la práctica, de manera continua, el sentido profundo de amoravolezza.
Por eso quiero empezar, reiterando mi agradecimiento al Padre, por darme la
oportunidad de presentarme, como soy, con mis defectos y con mis virtudes, con mis
sonrisas y también con mis cicatrices, delante de ustedes, para animarles a vivir con
intensidad las próximas fiestas de María Auxiliadora. Estas fiestas trascienden esta casa,
colegio y parroquia e inunda la vida de cuantos nos sentimos cuidados y protegidos
por la Auxiliadora. Considero también que es un año que nos tiene que servir de
reflexión y de preparación. Nuestra Auxiliadora será coronada. La coronación canónica
es la constatación de que Ella ha movido el espíritu de muchos fieles, de miles, y ha
transformado la mirada de otros tantos y la ha dirigido al amor de Dios. Me siento
afortunado de ser uno de ellos. Gracias.
El sonido de María Auxiliadora.
Todos saben de mi afición por el sonido. Nuestro cerebro es capaz de traducir las ondas
que se desplazan por el medio y que captamos a través de nuestros oídos y de nuestra
piel. La transmisión del sonido implica la transferencia de energía acústica de una
partícula a otra. La vibración se contagia. Y cuando somos capaces de interpretar ese
sonido y darle un significado, escuchamos. Algo muy parecido sucede con nuestro
amor por María Auxiliadora. Se contagia, se transmite, se siente, se escucha y se ve. Y
cuando todo eso sucede, escuchamos el mensaje de Jesús.
Por eso he querido titular este pregón: El sonido de María Auxiliadora.
Vamos a escuchar un primer sonido:
[Sonido de calle]
Escena 1: Una foto en el árbol.
El otro día oí en un medio de comunicación que mi barrio, entre Escaleritas y
Schamman, es considerado un «barrio obrero». Tengo que reconocer que en ese
momento sentí un cierto orgullo de pertenecer a una comunidad variada, diversa,
múltiple, trabajadora, sencilla… El comentario, sin duda, tenía cierto desdén. En ese
momento me acordé de la foto que una vecina colgó hace años de un árbol. Es una
imagen de María Auxiliadora, adornada con unas plantas artificiales, de plástico, a su
alrededor. El cuadro está amarrado con unos alambres que sujetan el marco al tronco.
La imagen está en lo alto, cerca de donde empieza la copa. La foto está arropada por
las ramas que caen. El marco también es sencillo. Con casi total seguridad era un
portarretrato que albergaba otra imagen. ¿Quién sabe si de una boda, un bautizo, una
primera comunión o un día de playa? Ahora es la morada de la imagen de María
Auxiliadora. El árbol está delante de la única tienda de aceite y vinagre que aún pervive
en el barrio. Es un sitio de paso. Un cruce de caminos.
A mí me parece que esta fotografía, y lo que significa, tiene muchísima fuerza. Está
colocada por alguien anónimo que no quiso llamar la atención; si vive en los
alrededores, tiene una vida muy sencilla. La imagen se colocó no para ser vista de
buenas a primeras, sino para ser descubierta. Muchos habrán pasado debajo de ese
árbol y no se habrán percatado de que está ahí. Es lo que nos sucede siempre con
María Auxiliadora. Aunque no seamos conscientes, ella siempre está atenta y vigilante.
Yo creo con firmeza que, además, todos los que pasan por allí, reciben un soplo de
confianza. Porque eso es lo que hace siempre María Auxiliadora: nos da esperanza.
El árbol también es común. Pero es resistente. El tronco se hunde en la acera y las raíces
parecen profundas y han empezado a levantar el piso y el asfalto. Se hace notar. La
Auxiliadora nos ayuda a vivir nuestra fe y el plan de Dios de la misma manera: nos hace
conscientes del lugar en donde estamos, en donde pisamos y de la tierra en la que
deben crecer nuestras raíces, y cómo estas son más profundas en la medida que
confiamos más en la misión y el plan de vida que cada uno de nosotros tiene. Sin duda,
la Virgen Auxiliadora nos ayuda a conseguir nuestros objetivos.
En ocasiones, hay personas que paran debajo del árbol a descansar. Se resguardan del
calor y encuentran bajo las ramas un espacio y un oasis de tranquilidad. Les ayuda a
coger aire, a respirar profundamente y a seguir calle abajo. Es una imagen muy
alentadora, que nos recuerda que bajo su sombra cualquier camino es más llevadero.
En unas palabras que el Papa Francisco dirigió un 24 de mayo, comentó: «Hoy es la
fiesta de Nuestra Señora, venerada bajo la advocación de María Auxiliadora. Que María
los ayude, queridos jóvenes, a fortalecer cada día su fidelidad a Cristo. Que Ella les
obtenga consuelo y serenidad, queridos ancianos y queridos enfermos».
Consuelo y serenidad. Consuelo para afrontar la soledad no deseada, la enfermedad, la
vida sin vida. Y serenidad para seguir tomando las decisiones más acertadas y
adecuadas. Y todo, bajo la protección de la Auxiliadora.
Y un último detalle que me gustaría resaltar de esta escena, es en dónde se encuentra.
La fotografía está a pie de calle. La calle es un espacio salesiano. Es donde ocurren los
acontecimientos. Es donde don Bosco busca y encuentra. Donde surge la revolución
del corazón, que es una revolución salesiana, donde todos tenemos una oportunidad
de encontrarnos con el hermano y con Jesús: «Porque tuve hambre y me diste de
comer, tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me hospedaste, estuve desnudo y
me vestiste, enfermo y me visitaste, en la cárcel y viniste a verme». ¿Verdad que
podemos reconocer en cada una de estas acciones a María? ¿Y en nosotros? ¿Qué nos
dice una imagen de la Auxiliadora en la calle? «Propagad la devoción a María
Auxiliadora y veréis lo que son milagros». Milagros que sacian el hambre y la sed.
Milagros para que quepan los que huyen y los desplazados forzosos en nuestras vacías
casas. Milagros para que los que buscan la paz, encuentren sosiego. Milagros para que
los enfermos, no se sientan solos. Milagros para que los que están sin libertad,
encuentren en nosotros la esperanza.
Canción: Santa María de la esperanza.
[Sonido de ambiente familiar]
Escena 2: Una familia delante del trono de María Auxiliadora.
La siguiente imagen que les quiero describir tiene más de sesenta años. Una familia
está delante del trono de María Auxiliadora. La imagen está engalanada de manera
suntuosa, por lo que supongo que fue tomada antes o después de la procesión o
durante el triduo. Era un día de fiestas porque los que aparecen en la imagen están
vestidos de manera elegante. Está realizada aquí, en este altar. Hay un señor con
chaqueta y corbata a la izquierda de la imagen. Mi tío Luis. Cariñosamente, apoya su
mano en la niña que tiene delante. A su lado, su esposa, que lleva en brazos a una
pequeña. La mujer tiene un pañuelo en la cabeza, atado debajo de la barbilla. Va de
negro, pero el pañuelo rompe el luto con gracia. ¡Es un día de fiesta! Hay dos niñas más,
vestidas con trajes blancos hasta las rodillas. Todas miran de frente. Casi en el centro
hay un chico al que no llevaron a la barbería. Me da que en casa cogieron unas tijeras y
lo trasquilaron, tal cual. También con chaqueta pero sin corbata. El traje lo aprovecharon
de uno de los hermanos mayores porque le queda ancho de hombros. Se puso guapo
para la ocasión. A su lado, y en el otro extremo de la foto, una mujer, mi abuela, también
de negro, con una medalla de María Auxiliadora colgada que descansa en su pecho. No
mira a la cámara. El muchacho, mi padre, de lunes a viernes venía a este colegio con
otros chiquillos del barrio. Los llamaban los coreanos. No he podido averiguar por qué,
pero los niños que venían del Barranquillo a recibir clases a los salesianos los llamaban
así. La clase de «los coreanos» estaba en donde se encuentran ahora los despachos
parroquiales. El Barranquillo de aquel entonces era uno de los barrios más pobres de la
incipiente ciudad que empezaba a crecer de manera descontrolada. Mayoritariamente
eran gente que buscaba en Las Palmas de Gran Canaria una nueva oportunidad. Se
necesitaba mano de obra para atender el muelle y para levantar los nuevos barrios. En
este caso, ellos llegaron de la ciudad de Arucas. El chico, el coreano, años más tarde,
marchó a SanLúcar la Mayor y Córdoba. Ya en el colegio de Teror, después de vivir en
comunidad como salesiano coadjutor, su vocación le condujo de nuevo al seno familiar,
para cuidar de su madre, que acababa de enviudar.
Hay algo sorprendente en la fotografía. La Virgen no es extraña para nadie de los que
están allí. No es un decorado. No es un retrato con el que se pretendía quedar bien. La
Auxiliadora está entre ellos, está con ellos. Su manto les abriga. Y la familia se muestra
firme porque confían. Es una fotografía que llevo viendo desde niño y siempre me ha
impactado por esa fuerza que otorga la fe en María Auxiliadora. Mi familia no creo que
fuese un ejemplo, pero era una familia a los pies de la Virgen. Aquella fotografía no era
una historia de veinticuatro horas, porque la fe no caduca, no pasa de moda. No es una
historia fugaz.
En mis años como maestro, como educador, he conocido a muchos niños sin familia,
niños y niñas solos, que no se sienten acompañados ni queridos. Niños que no reciben
los abrazos necesarios, abandonados en la habitación de su propia casa. Y cuando
sucede, me viene siempre la imagen de mi familia a los pies de la Virgen.
La devoción a la Virgen, vivida en familia, nos hace, sin duda, mejores. Teje, con un hilo
mágico, lazos invisibles, una red especial, un filtro que es capaz de atrapar el amor y
dejar pasar la desidia, que recoge la bondad y nos protege del frío que a veces nos
azota desde fuera. Es una prenda que no se guarda en roperos. Qué pasa de
generación en generación. De sus retales puedes coser otras. Si la llevas puestas
mueves montañas si fuese necesario. Don Bosco tenía una que le tejió, posiblemente
Mamá Margarita —no tengo el dato—, y levantó una basílica en medio de Turín con tres
monedas de veinte. Es una prenda que contagia y que nos hace reír y sentirnos alegres
y cantar juntos, que es lo que hacen las familias cuando tienen algo que celebrar. Como
empezamos a hacer hoy nosotros.
Si la familia es un lugar en donde crecer seguros y protegidos, imagínense lo que
sucede cuando lo hacemos a los pies de la Auxiliadora. He tenido mucha suerte porque
mis padres me han enseñado a tejer, con ese hilo mágico y casi siempre, todo lo que
ocurre, es maravilloso.
Canción: Cuántas veces.
[Cantos en una Iglesia]
Escena 3: Una joven con Mª Auxiliadora en su móvil.
Acaban de escuchar el canto de la gloria el Jueves Santo, en una pequeña iglesia que
está al lado de la Catedral de María, en Cracovia. Un templo que Juan Pablo II visitó con
bastante frecuencia. Al salir de la celebración, le preguntamos a una chica cómo
podíamos llegar, a donde queríamos ir. Ella sacó su móvil del bolso, para indicarnos. Y
nos llevamos una sorpresa. Llevaba una imagen de María Auxiliadora pegada en la
parte de atrás de su dispositivo. Y los tres sentimos que algo nos unía. Yo no entiendo
polaco y ella no comprendía nuestro canario, pero los tres hablábamos un mismo
lenguaje: nuestra devoción por María Auxiliadora.
Esa noche, ya descansando y repasando el día, me vino a la cabeza de nuevo lo
ocurrido. Y pensé en la suerte que tenía esa joven por tener de referencia a María
Auxiliadora. Y también reflexioné sobre lo importante que es para nosotros el
movimiento juvenil, el espíritu juvenil, la mirada despierta de los jóvenes, la curiosidad
ilimitada y la pasión con la que viven cada momento del día. Don Bosco tenía que ser
un ser humano excepcional para fijarse en los jóvenes. Los proyectos educativos y
pastorales que surgen en una casa salesiana tienen la misión de educar y evangelizar a
los jóvenes, convertirlos en buenas personas, en cristianos comprometidos y
ciudadanos honrados. Y la Virgen, la que ampara, la que guía, la que auxilia, está
siempre presente. Lo estuvo cuando rezaba con su madre. Lo estuvo en el sueño de los
9 años. Y así siempre. De principio a fin.
No debemos desestimar la fuerza de los jóvenes ni obviar sus inquietudes; tampoco su
manera desenfadada de ver la vida. Una fiesta de María Auxiliadora, en la familia
salesiana, sin jóvenes, no tendría sentido. Como tampoco lo tendría una vida sin Ella.
«Todo lo ha hecho Ella». Sin duda, y juntos viviremos estas próximas Fiestas, que nos
deben ayudar a no perder de vista nuestros objetivos. Como aquella joven que nos
encontramos fortuitamente en la plaza, tengamos siempre a la Virgen como brújula y
como guía. «Confiad siempre en Jesús Sacramentado y María Auxiliadora y veréis lo
que son milagros».
Canción: a la Virgen.
[Los tres sonidos a la vez]
Vivamos las próximas Fiestas de María Auxiliadora con raíces profundas, en familia y con
espíritu joven.
Yo soy maestro, soy educador. Me siento profundamente salesiano. Yo no trabajo en un
colegio salesiano, y mi vocación educativa, y en muchas ocasiones pastoral, se ha
realizado siempre en un entorno laico. Y creo que eso me ha ayudado a tener más
confianza en don Bosco y a preguntarme en múltiples ocasiones qué hubiese hecho él.
Y la respuesta es más sencilla de lo que uno se podría imaginar en un principio: el
programa de las Bienaventuranzas y confiar en la protección de María Auxiliadora.
Yo les miro y me siento acompañado. Miro a mi alrededor y me siento agradecido.
Observo a mis padres, a mi familia, a mis hijos y creo que hemos sido bendecidos,
incluso cuando las situaciones son complejas y sentimos más dolor que alegrías. Y me
gustaría compartir con ustedes algo muy personal: estoy tranquilo a pesar de que soy
un trasto.
Gracias por permitirme contarles todo esto. Gracias a los que consideraron que yo era
la persona adecuada para hacerlo. Gracias a los que han hecho vibrar las partículas que
pululan por el aire para que nosotros escuchemos música. Gracias a mi familia por
hacerme este regalo que es la vida y la espiritualidad que vivo.
Por último, me gustaría invitarles a vivir y disfrutar de las Fiestas de María Auxiliadora
2025, con el sosiego que da descansar a la sombra de María Auxiliadora, con el amor
de Dios que une a las familias y con la alegría propia de los más jóvenes.
¡Viva María Auxiliadora!
Daniel Martín Castellano
28 de abril de 2025
Parroquia Santa Catalina de Alejandría
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