Mayo, en salesiano, significa celebraciones. Así se están viviendo las primeras semanas del mes.

Los días 1, 4 y 11 de mayo casi cien niños de los grupos Luz 2, procedentes todos del colegio salesiano Sagrado Corazón de Jesús y de la parroquia Santa Catalina de Alejandría, celebraron por primera vez el sacramento de la eucaristía. Tras el primer año de catequesis familiar y dos cursos de iniciación en la fe acompañados por sus catequistas y preanimadores, los niños vivieron rodeados de familiares y amigos «ese día que toda persona guarda como uno de los mejores recuerdos de su infancia», como se encargaron de recordar los dos salesianos que presidieron las siete celebraciones eucarísticas, José Carmelo Pulido y Miguel Ángel Moreno.

Siguiendo una costumbre ya consolidada en la casa salesiana, en unos días en que se hacen tantos gastos superfluos, las familias colaboran con la financiación de un proyecto de la ONGD Solidaridad Don Bosco. Este año, gracias a la generosidad de todos, se han recogido casi 3.500 euros, que irán destinados al proyecto «Aumento de las instalaciones higiénico-sanitarias en Koubri, Burkina Faso».

 

En el marco de la iniciación cristiana

La tarde del viernes 10 de mayo fue también una jornada de intensas celebraciones sacramentales en la casa salesiana. A primera hora de la tarde, el patio del Sagrado Corazón lucía sus mejores galas para celebrar el bautismo de tres niños que ya participan semanalmente de los grupos Luz 1 de iniciación en la fe. Pedro, Gabriel y Maylin recibían con alegría sobre sus cabezas el agua que los convertía en hijos de Dios y miembros de la Iglesia, el crisma con el que se llenaban del Espíritu Santo, y eran revestidos con la vestidura blanca que los identifica para siempre como amigos de Jesús.

Poco después, ya en el templo parroquial, diecisiete jóvenes de los grupos de fe de las Hijas de María Auxiliadora y cuatro adultos de la parroquia Santa Catalina de Alejandría recibían la plenitud del Espíritu Santo por el sacramento de la Confirmación. La eucaristía, presidida en esta ocasión por el vicario general de la diócesis canariense, don Hipólito Cabrera, se vivió como una fiesta de la fe y, más allá de la alegría que es santo y seña del espíritu salesiano, con una cercanía que supo imprimirle el presidente de la celebración. Fue la cercanía, precisamente, el motivo que sirvió de leit motiv para la reflexión que se llevaron los confirmados en este día importante de su camino de maduración en la fe.