Su dorsal no tenía nombre. Pero él sí. Se llama Antonio Ramírez Vega, y posiblemente ayer era el hombre más feliz de toda la isla. Él, con un considerable grado de discapacidad psicomotriz que los voluntarios del centro ocupacional de Vega de San Mateo paliaban, corrió los cinco kilómetros en la prueba reina de la XII Carrera Solidaria María Auxiliadora. Y llegados al arco de llegada, los mismos voluntarios hicieron que Antonio cruzara, por su propio pie, la meta. «De las muchas fotografías que he hecho a lo largo de mi vida por todas partes, sin duda esta es una de las que se me quedan grabadas para siempre», confesaba emocionado Miguel Ángel Moreno, que cubría ayer la carrera junto con el resto del equipo de comunicación de Salesianos Las Palmas.
Pocos minutos después, Sara Espino hacía lo propio en la categoría femenina.
Por lo demás, la duodécima edición de la Carrera Solidaria María Auxiliadora se desarrolló según lo escrito en el guión. Solo un invitado molesto hizo acto de presencia, el retraso, a causa entre otras razones de la lipotimia sufrida por algún corredor, y las inmediatas atenciones sanitarias que ralentizaron el desarrollo de la mañana en algún momento.
Pero el sano ambiente deportivo y el clima de familia fueron, sin lugar a dudas, la tónica de toda la jornada. Los niños, adolescentes, jóvenes y adultos quemaban zapatilla por llegar a la meta. Agotados tras la carrera, se relajaban y reponían líquidos y fuerzas en los puestos distribuidos por todas las canchas. Los más pequeños aún tenían fuerzas para seguir brincando en los castillos hinchables, mientras que los más jóvenes quemaban las últimas calorías al son de la zumba, al ritmo que marcaban los animadores desde el escenario. El mismo lugar donde poco después todos los ganadores recibirían las medallas y los obsequios gentileza de tantos patrocinadores que, edición tras edición, siguen apostando por nuestra Carrera Solidaria.
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